Porqué somos impuntuales
…Perdón….perdón…se me hizo tarde..!Que pena!
¿Cuántas veces hemos dicho estas palabras al llegar tarde a una reunión, comida o junta de trabajo?. Yo en lo personal, no recuerdo cuántas.
Culturalmente somos impuntuales, estamos acostumbrados a que nos citen media hora antes a un bautizo, comida o boda; es más, nos vamos al otro extremo ya que a la persona que llega puntual se le considera como mal educada.
Es increíble que en nuestro país se otorguen medallas de asiduidad en las escuelas, bonos de puntualidad en las empresas, y hasta prestaciones extras para nuestros asambleístas por no faltar a las sesiones, cuando esto es parte de la responsabilidad de un trabajo o etapa de la vida.
La puntualidad es un hábito y por lo tanto puede aprenderse y mejorarse, pero primero tenemos que estar convencidas de lo que esto representa para nuestra persona y para quienes nos rodean.
Lo más valioso que tenemos como personas es la vida, y nuestra vida está compuesta por minutos, horas, días, meses y años. Al no valorar nuestro tiempo y el de los demás, estamos restando importancia al mayor tesoro que tenemos.
Hay quien afirma que la puntualidad o impuntualidad a una cita o actividad programada, está dada a partir del interés que tengamos en la misma. Coincido con esto, ya que por lo general no llegamos tarde con alguien o a un lugar que realmente nos interesa.
Sin embargo, pienso que también que es una falta de respeto hacia los demás; alguien muy sabiamente me comentó: “si llegas diez minutos tarde a una reunión, y hay cuatro personas esperando, no sólo fueron diez, sino 40 minutos los que te atrasaste”.
Por supuesto que puede haber factores externos ajenos a nosotras, y más en una ciudad como la nuestra que nos hacen llegar tarde a un compromiso: el tráfico, la lluvia, una manifestación o un imprevisto; pero seamos sinceras, éstas situaciones no son del todo común, y en su caso, habría que prevenirlas.
Quienes se han adentrado a este tema, distinguen siete tipos de personas impuntuales, veremos con cuál de ellas nos identificamos:
1. El racionalizador: es el que siempre se justifica. Piensa que las otras personas son muy cuadradas y que él no es impuntual: “quince minutos no es para tanto, no pasa nada”
2. EL productivo: dice que siempre tiene algo qué hacer. Agenda muchos compromisos con poco tiempo de separación para parecer una persona ocupada.
3. El que deja todo al último: nunca se programa; le gusta la adrenalina de sacar todos sus compromisos a última hora.
4. El consentidor, es el que acepta que tiene el mal hábito, pero no puede quitárselo, hace cosas de forma imprevista, “hay cosas peores”, piensa este tipo de impuntual.
5. El distraído: se le olvidan las citas; no sabe dónde deja el coche o los papeles necesarios para sus compromisos, se pone a platicar en el camino, pierde el tiempo, anda en otro mundo.
6. El rebelde: es el que no sabe respetar el tiempo de los demás, por lo que llega tarde a propósito.
7. El evasivo: tiene poca autoestima, se devalúa a él mismo, y evade responsabilidades, entre ellas la de ser puntual.
¿Qué se esconde de nuestra personalidad cuando somos impuntuales?: puede ser inseguridad, baja autoestima, o bien, el querer demostrar ante los demás que somos personas muy ocupadas; una falta de interés hacia lo que hacemos, o simplemente un gran egoísmo o soberbia dentro de nosotros.
Descubramos que hay en el fondo de nuestro comportamiento, respetemos nuestro tiempo y el de los demás; cambiemos esta mentalidad de que quien llega a tiempo es que no tiene nada que hacer.
La puntualidad habla mucho de la persona ahora y siempre. Ya en el siglo XVIII algunos hombres reflexionaron sobre éste hábito; en Francia un poeta llamado Nicolás Boileau-Despréaux acuñó su famosa frase:
“Procuro ser siempre muy puntual, pues he observado que los defectos de una persona se reflejan muy vivamente en la memoria de quien espera”
De igual manera el famoso educador norteamericano Horace Mann, decía
“La informalidad en atender una cita es un claro acto de deshonestidad. Igual puedes robar el dinero de una persona si robas su tiempo”
El impuntual daña su imagen, impide su crecimiento personal y reduce la productividad de su trabajo; afecta la vida de quienes lo rodean y deteriora el respeto que los demás le tienen.
En un medio en el cual la impuntualidad es cosa muy común, el ser puntual vale millones.
Y tú, ¿qué opinas?
- Published in Artículos
¿Qué es la objeción de conciencia?
Vivimos en una sociedad plural en opiniones, formas de pensar y de manifestaciones ante un sinnúmero de situaciones que se presentan en nuestra vida diaria.
Esta diversidad comprende toda una gama de creencias y sentimientos, llamada por algunos “conciencia”, e influenciada por factores del medio ambiente, como son la familia y la religión, que van determinando nuestros valores y conducta hacia los demás y hacia el mundo.
No todo es tan sencillo, ya que en este contexto de diversidad y pluralidad de opinión, se originan conflictos por las distintas formas de pensar y creer, que en ocasiones se intensifican y recrudecen cuando se abordan ciertos temas considerados como delicados por la sociedad.
Si la palabra “objeción” significa refutar, discrepar o negar, al unirla al término “conciencia” tenemos un concepto poco entendido aunque en los últimos años más difundido. Se trata de la objeción de conciencia definida como: “el juicio reflexivo, de valores morales, por medio del cual una persona distingue desde su intimidad, lo positivo y negativo; es decir, el bien del mal, lo correcto y lo incorrecto, lo honesto y lo deshonesto, la conducta ética y moral, de la conducta sin ética e inmoral”.
En el campo legislativo, es la “posibilidad de permitir excepciones al cumplimiento de aquellas leyes que, siendo neutras, es decir, sin que se refieran directamente a la materia religiosa, implican una carga de conciencia en algunas personas” (Conapred).
Como podemos observar, se basa en el derecho de libertad de conciencia, de manera que, dentro de los justos límites, se respete el principio según el cual “ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actué conforme a ella”.
Para no hablar solo de conceptos, planteo algunas situaciones reales en las cuales los involucrados tienen derecho a la objeción de conciencia:
[olist style=”2″] Administrador o contador de una empresa: si los directivos de una empresa le solicitan a su empleado que lleve a cabo acciones ilegales o de no total transparencia, éste podría negarse sin arriesgar su trabajo.Servicio militar: en este caso se hace alusión al incumplimiento de una ley que obliga a prepararse para el uso de las armas, única y exclusivamente por razones de conciencia religiosas o morales (Conapred). En México existe una iniciativa de ley que propone modificar la Constitución para exentar del servicio militar a quienes invoquen su derecho de objeción de conciencia por convicciones religiosas, éticas, morales, humanitarias o filosóficas, estableciendo otras modalidades de servicio militar para los objetores.
Médicos y enfermeras: cuando su conciencia los lleva a una abstención en la ejecución de un aborto, eutanasia u otras prácticas que atenten contra la vida humana. Esta postura no siempre es respetada, ya que en ocasiones pierden su trabajo o promoción por mantenerse firmes a sus convicciones.
[/olist]
En casos como los anteriores y en una democracia, como lo es nuestro país, es necesario que el Estado garantice el respeto a los derechos y libertades. De ahí que es importante hacer valer que cuando se presente un conflicto entre un derecho humano y una obligación que lo contraviene, ha de prevalecer el derecho, que es intrínseco a la persona, antes que el deber creado e impuesto por el Estado.
La objeción de conciencia es propiedad de cualquier persona, sin importar trabajo, profesión o empleo al que se dedique. Por supuesto no solo se limita a las creencias religiosas, sino implica valores y convicciones personales.
En este sentido, las convicciones son resultado de la libertad y la voluntad y no son impuestas ni obligatorias por temor a un castigo por parte de un ajeno.
Te invito a ver la objeción de conciencia como un derecho que todos tenemos, derecho que debe ser reconocido, garantizado y respetado, ya que en éste, se está protegiendo la libertad de conciencia y en definitiva el Estado no puede obligar a nadie a actuar en contra de lo que dicte su propia conciencia.
Y tú, ¿qué opinas?
- Published in Artículos
¿Vives como piensas? ó ¿Piensas como vives?
Recordarás aquel cuento sobre…
Un rey vanidoso al que unos sastres lo convencieron de hacerle un traje invisible para su desfile. Le decían que las telas eras mágicas y que sólo los inteligentes podrían verlas. Cuando supuestamente el traje estaba terminado, ni el rey ni sus consejeros podían verlo, pero no queriendo verse como tontos, aparentaban lo contrario, comentando que era un traje magnífico. Finalmente, llegó el día del desfile, el rey pagó a los sastres una gran cantidad de dinero y éstos se retiraron felices. El rey se puso su traje invisible y comenzó a desfilar por el pueblo, hasta que de repente una niña inocente exclamó: “¡Está desnudo! ¿Cómo es que no se da cuenta?” Y en ese momento el rey se avergonzó y se percató del terrible engaño en el que había caído.
Sin duda, sabio mensaje sobre las muchas veces en que se le da demasiada importancia a lo que los demás opinan, al grado que se llega a traicionar a uno mismo.
Esto es algo que se reproduce una y otra vez en nuestra sociedad: ¿cuántas veces actuamos según el “que dirán”?, ¿cuántas veces desconfías de ti, dejándote llevar por la opinión pública y la presión social?, ¿cuántas veces hacemos a un lado nuestro valor personal por buscar incansablemente la aprobación social en lo material?
Es cierto que las normas sociales y la aceptación son importantes. Por naturaleza buscamos ese “reconocimiento”; nos gusta sentirnos parte de un grupo, pero hay que recordar que más importante es la integridad personal y la autenticidad.
Presión Social se puede definir como la fuerza que influye en el comportamiento libre de las personas, empujándolas a actuar de una u otra manera, y surge cuando una persona le concede un peso desordenado a la opinión pública.
Podemos entonces caer fácilmente en pensar y actuar de acuerdo a lo que la sociedad opine, a sus normas, costumbres y modas, hasta el punto en que llegamos a perder nuestra propia autonomía y libertad, es decir, nos convierte en esclavas de la opinión social en todos los aspectos: al vestirnos, al comprar, hablar, opinar, elegir amistades y lugares de reunión, etc.
Ante ello, concebir a una mujer que no cambia con la presión social, es hablar de una “mujer sencilla”. En este sentido, la sencillez consiste en darle el significado adecuado a las cosas y ordenar debidamente la jerarquía de valores, es vivir con autenticidad pensando y actuando de acuerdo a nuestras convicciones.
Es evitar vivir en el materialismo, que valora a la persona por el “tener” y no por el ser. Es no caer en el consumismo comprando bienes que no necesitamos y es, también, alejar el racismo y la discriminación hacia otras personas diferentes a nosotras.
“El más rico, es aquel que menos necesita”
Vivir con sencillez significa:
Tratar a todos por igual, sin importar la posición económica, social, raza o creencia.
No sentirte superior a los demás, tal como lo manifestara el filósofo griego Sócrates: “yo sólo sé, que no sé nada”.
Utilizar la palabra con mesura cuando te expreses, evitando acaparar las conversaciones con un lenguaje comprensible y adecuado a la ocasión.
Vestir con decoro, sin ser estrafalaria y de acuerdo al momento y a tu circunstancia.
Adquirir, poseer y utilizar aquellos bienes que son necesarios, sin lujos inútiles o caprichos. Comprar cosas de buena calidad basándonos en su eficiencia, pero no para demostrar una cierta posición económica.
Apreciar lo bueno, lo bello, lo natural.
Ser discretas.
No caer en la ironía (burla fina y disimulada), la pedantería (aprovechar toda ocasión para exhibirse), y la hipocresía (incongruencia de una persona por propia conveniencia)
La persona sencilla no se exalta ni menosprecia, aprecia a las personas por lo que son y no por lo que tienen.
No es fácil vivir con sencillez, ya que implica tener el valor de ser diferente y de ser congruente. De igual modo, supone aceptar que aún cuando nos comportamos de esa manera, no podemos quedar bien con todo el mundo como dice la canción mexicana: “no soy monedita de oro, para caerle bien a todos”.
Ser una mujer auténtica requiere pensar, actuar, hablar y vestir de acuerdo a mi ser, de acuerdo a mi persona, convicciones y creencias. Al mostrarnos tal y como somos, al no querer apantallar a los demás y aparentar lo que no existe, viviremos mucho más tranquilas y en paz con nosotras mismas, viviremos en definitiva mucho más felices.
No olvides: “vive como piensas…o acabarás pensando como vives”.
Y tú, ¿qué opinas?
- Published in Artículos
- 1
- 2