A mis padres
No me des todo lo que pida; a veces yo sólo pido para ver cuánto puedo obtener.
No me des siempre órdenes; si me pidieras las cosas con cariño, yo las haría más rápido y con más gusto.
Cumple las promesas buenas o malas; si me ofreces un premio, dámelo…pero también un castigo si me lo merezco.
No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o mi hermana; si tú me haces lucir peor que los demás, entonces seré yo quien sufra.
No me corrijas mis faltas delante de nadie; enséñame a mejorar cuando estemos solos.
No me grites; te respeto menos cuando lo haces, me enseñas a gritar también a mí y no quiero hacerlo.
Déjame valerme por mí mismo; si tú haces todo por mí yo nunca aprenderé.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro; me haces sentir mal y perder la fe en lo que dices.
Cuando yo hago algo mal, no me exijas que te diga el por qué, pues a veces ni yo mismo lo sé.
Cuando estés equivocado en algo, admítelo para que crezca la opinión que yo tengo de ti, y así me enseñarás a admitir mis equivocaciones.
Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos; ya que aunque seamos familia, podemos ser amigos también.
No me digas que haga una cosa que tú no haces; yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas, pero nunca lo que tú digas y no hagas.
Enséñame a conocer y amar a Dios; pero de nada vale si yo veo que tú ni lo conoces, ni lo amas.
Cuando te cuente un problema mío, no me digas: “No tengo tiempo para boberías” o “Eso no tiene importancia”; trata de comprender y ayudarme.
Quiéreme mucho y dímelo; a mí me gusta oírlo, aunque tú creas que no es necesario que me lo digas.
Anónimo.
JUAN PABLO II:
«Los padres son los primeros que tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos, en sintonía con sus propias convicciones. No cedáis este derecho a las instituciones, que pueden transmitir a los niños y a los jóvenes la ciencia indispensable, pero no les pueden dar el testimonio de la solicitud y el amor de los padres.
No os dejéis engañar por la tentación de asegurar a vuestros hijos las mejores condiciones materiales a costa de vuestro tiempo y de vuestra atención, que necesitan para crecer “en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52). Si queréis defender a vuestros hijos contra la corrupción y el vacío espiritual, que el mundo presenta con diversos medios y, a veces, incluso en los programas escolares, rodeadlos del calor de vuestro amor paterno y materno, y dadles el ejemplo de una vida cristiana» .
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La mujer profesionista como agente de cambio
La situación actual en que nos encontramos, tanto hombres como mujeres, a principios del siglo XXI no podría explicarse sin mirar ciertos antecedentes de cómo la mujer ha ido participando en la vida pública.
Fue hasta el siglo XIX cuando las propias mujeres comenzaron a unirse en organizaciones creadas para luchar por la emancipación de su sexo: no podían votar ni ocupar puestos públicos, no podían tener propiedades, transferían al marido los bienes heredados; no podían dedicarse al comercio, tener negocio propio, ejercer muchas profesiones, abrir una cuenta corriente o aspirar a un crédito. Las leyes en lo civil y en lo penal las trataban como menores de edad. Esto no quiere decir que no hubiera mujeres que influyeron en este siglo, pero quizá su papel más importante fue la creación y conservación de una vida familiar fuerte y estable y la educación de los hijos.
Los Primeros Pasos
A principios del siglo XX, el tema central fue el derecho al voto. En Estados Unidos la mujer lo obtuvo en 1920 y en México fue en 1953. La Primera Guerra Mundial hizo que la mujer se incorporara al mundo del trabajo y que le reconocieran ciertos derechos laborales.
Un hecho verdaderamente histórico fue el descubrimiento de los métodos anticonceptivos, que logra por primera vez la disociación entre la sexualidad y la reproducción, hecho que ha provocado cambios decisivos en la condición histórica de la mujer y en la relación entre los sexos.
Se produce en Europa un gran impulso a favor de la libertad sexual, el control de la natalidad y surgen los primeros movimientos feministas radicales.
A finales del siglo pasado se llevaron a cabo conferencias mundiales que reunieron al mundo entero centrando su atención en temas que afectaban directamente a la mujer: salud, educación, violencia, pobreza, trabajo y participación pública, entre otros.
Salieron a la luz atrocidades cometidas contra mujeres tales como la mutilación genital, la lapidación, la violencia y el tráfico de niñas y adolescentes.
Realidad Social Actual
Se han realizado desde entonces convenios internacionales, políticas públicas y diversos esfuerzos a favor de la mujer. La condición ha mejorado, pero aún está lejos de ser equitativa.
Basta con mirar la situación de la mujer en México: según el último censo somos poco más de la mitad de la población y vivimos en promedio unos cinco años más que el hombre. Sin embargo…
[ulist style=”2″] La participación en la vida pública es sólo de un 16% en relación a los hombres.El 9.8% de la mujeres todavía son analfabetas.
El nivel máximo de estudio que alcanza la mayoría de las mujeres mexicanas es de segundo de secundaria.
Uno de cada cuatro hogares, en nuestro país, está encabezado por una mujer, sea viuda, divorciada, refugiada, abandonada o sola.
Diariamente mueren 12 mujeres por cáncer cérvico-uterino y cuatro por cáncer de mama; a pesar de los avances en materia de salud.
La quinta parte de las mamás mexicanas son madres solteras.
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No hay duda que en las últimas décadas se ha presentado no sólo en nuestro país, sino a nivel mundial, un cambio generacional muy fuerte: el promedio de edad en la cual la mujer se está casando es de 25.5 años (nuestras abuelas lo hacían a los 15 años); el promedio actual de hijos por mujer es de 2.1 (en los años setenta era de siete hijos por mujer); el número de matrimonios está descendiendo y el de divorcios va en aumento. Encontramos cada vez más mujeres que deciden vivir en unión libre, y que voluntaria o involuntariamente son madres solteras.
Participación Laboral
Al hablar de participación laboral, cada vez más mujeres salen a trabajar fuera de su casa, algunas por gusto, la mayoría por necesidad: el 65% de estas mujeres son asalariadas y sólo 3% son empleadoras. Sus jornadas de trabajo son dobles, es decir, trabajan en una fábrica o empresa, y al regresar a su casa siguen trabajando. Hay un dicho muy cierto que dice: “el trabajo del hombre cesa cuando el sol declina, el de la mujer nunca termina”.
Según la encuesta nacional sobre el uso del tiempo del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), la mujer trabaja 14 horas más que el hombre a la semana.
Ahora bien, la mayoría de las mujeres queremos o tenemos que trabajar, pero también queremos formar una familia. Un estudio muy interesante demostró que en la actualidad un 20% de las mujeres optan por desarrollar su vida profesional y no tener hijos, otro 20% han decidido dedicarse por completo al cuidado de los hijos; y el resto, un 60% deseamos compatibilizar la atención a la familia con un empleo remunerado. Surge entonces ese gran conflicto entre familia y trabajo, ya que una gran realidad es que “los mejores años como mujeres en el trabajo coincide con los mejores años para ser madre”.
Es por ello que para que las mujeres no vivamos un conflicto diario de dividirnos entre nuestra familia y el trabajo, debemos contar con el apoyo del Gobierno, promoviendo políticas públicas que permitan que la mujer pueda ser madre, esposa y profesionista; de las empresas con horarios flexibles, guarderías, permisos en embarazos, trabajos en casa y, por supuesto, con el apoyo de los hombres, que como empresarios y como esposos tienen que apoyar para que esta sociedad tenga mujeres equilibradas y, por ende, familias sólidas.
La gran interrogante: ¿Cómo compaginar familia y trabajo?
Los hombres y las mujeres, con igual dignidad como seres humanos, somos diferentes, lo dicen importantes estudios médicos y psicológicos: hay diferencias en nuestra inteligencia, memoria verbal, racionamiento, metas, aspiraciones y emotividad, que sería tema de gran interés para otra reflexión.
El hombre cuando sale a trabajar, se olvida que tiene hijos; las mujeres no lo podemos separar: estamos en el trabajo pensando en los hijos, y en la casa pensando en el trabajo.
Mi propuesta es que esta interrogante no sólo sea de nosotras las mujeres, sino también de los hombres. Seguimos todavía pensando y viviendo el viejo modelo de pareja en la que el padre es el proveedor o abastecedor económico de su familia y la madre quien educa a los hijos.
Esto debe cambiar. Los hijos necesitan desde que nacen el apoyo y apego del padre, “la excesiva presencia del padre en el trabajo, no justifica su ausencia en la vida de familia”. Hay consecuencias en los niños estudiadas por expertos cuando el padre no está presente: disfunciones cognitivas, déficits intelectuales, privación afectiva, inseguridad, baja autoestima y mal desarrollo de la identidad sexual.
Somos dos cabezas en el matrimonio, que pueden alternarse, suplirse, complementarse, delegarse, sustituirse o actuar simultáneamente según convenga al bienestar de los hijos. La igualdad de oportunidades exige la igualdad de responsabilidades, es decir, la “co-responsabilidad”.
La Mujer Profesionista
Las mujeres profesionistas de hoy tenemos más oportunidades de las que tuvieron las mujeres de antes, pero también tenemos el gran riesgo de caer en un desequilibrio de vida, que nos lleve a descuidar lo más importante para lo cual fuimos creadas: nuestra propia dignidad y el darnos a los demás a través de la familia y del matrimonio, si hemos optado por este camino.
Tanto hombres como mujeres tenemos que lograr el equilibrio entre familia y trabajo. El desarrollo de un país se potenciaría si se diera también el desarrollo de las familias que lo constituyen. Para tener una “sociedad sana”, es necesario contar con familias sólidas, y para que una mujer pueda formar una familia sólida, debe contar con el apoyo de los gobiernos, las empresas públicas y privadas y principalmente de los hombres.
¡Seamos nosotras, mujeres profesionistas, este agente de cambio que tanto necesita nuestra sociedad! ¡Aprovechemos los grandes retos y oportunidades que el mundo de hoy nos presenta!
De no ser así, pensemos ¿qué México estamos formando para nosotros y para nuestros hijos?
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Porqué los niños necesitan el amor de papá y mamá
En la actualidad, el número de hogares mono-parentales va en aumento: los niños viven únicamente con la madre o el padre ya sea por divorcio, separación o muerte de alguno de ellos.
Sabemos que la situación idónea para un niño es crecer al lado de su papá y de su mamá, la cual no siempre es posible, aunque lo puede ser en parte. Por ello que me gustaría reflexionar sobre la importancia de la figura paterna y materna en el desarrollo de un niño, y buscar la forma práctica de que el menor disfrute de ambas figuras.
Es importante mencionar que, si bien los hijos necesitan de la presencia y del cuidado de ambos padres, la calidad de la relación que exista entre los esposos va a influir profundamente en el hijo y tiene un gran impacto en su proceso de desarrollo: cada hijo necesita no sólo del cariño de su padre y de su madre, sino también el cariño que su padre y su madre se tienen entre sí.
El padre tiene una tarea imprescindible en la formación de hogar, en su ambiente y en la educación de sus hijos, no sólo de los varones, cuyo papel es decisivo para que éstos reconozcan su identidad, sino también para el desarrollo armónico de las hijas, a quienes la presencia del padre les confirma en su feminidad.
La madre tiene una especial relación que la une al niño, sobre todo en los primeros años de vida. Ella le ofrece el sentimiento de seguridad y confianza que lo llevará a desarrollar su propia identidad y a relacionarse sanamente con los demás. Recuerdo una frase que escuché en el velorio de una mujer, cuando su hijo de sesenta años lloraba desconsolado: “todo hombre deja de ser un niño, hasta el día en que muere su madre”.
Una familia, en la que la madre y el padre están presentes ayudará al desarrollo integral de los hijos, diversas situaciones de la vida cotidiana, por ejemplo:
[ulist style=”2″] La manera de jugar que tienen los hombres con los bebés incluye más movimientos físicos (70%) de su juego en comparación con los que realiza la madre (4%). El juego del padre favorece el desarrollo muscular y la estimulación temprana, el de la madre favorece el abrazo y la caricia (“The two sexes: growing up apart, coming together” Eleanor E. Maccoby.)En el campo de la comunicación, la mujer tiene más facilidad para adaptarse a los niños y hacer que éstos la entiendan; mientras que el hombre, como tiene menos desarrollada esta habilidad, indirectamente ayuda al niño a desarrollar su vocabulario (Ibídem).
En el campo de la formación de hábitos, los padres ponen mayor énfasis en la justicia, equidad y deber. Las madres muestran la importancia de la simpatía, el cariño y el cuidado (“In a different voice: psychological theory and women´s development”. Carol Gilligan). El Doctor Kyle Pruett de la Facultad de Medicina de Yale, lo afirma de forma simple y profunda “los padres no hacen el trabajo de las madres”.
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Papás y mamás criamos a nuestros hijos de manera diferente, es verdad; pero también es cierto que los niños necesitan tanto de la ternura de una mujer como de la rudeza de un hombre; de la equidad de una, como de la competencia del otro; de la seguridad que ella busca, como del riesgo que él quiere tomar.
Basta observar en un parque quien es el que anima a sus hijos a que se columpien más fuerte o trepen más arriba, a que pedaleen su bicicleta un poco más rápido, o avienten la pelota con más de fuerza. Y quién es quién grita: ¡No vayas tan rápido, no te subas tan alto, no le des tan fuerte!
Las madres y los padres disciplinan de manera diferente: ellos enfatizan la justicia, la imparcialidad y el deber; nosotras, la compasión, el cuidado y la ayuda. Hasta para enfrentar la vida los padres tienden a ver a su hijo en relación con el resto del mundo; las madres tendemos a ver al resto del mundo en relación con nuestro hijo, ¿cierto no?
Las figuras paterna y materna son básicas en el desarrollo del menor. Las aportaciones y diferencias son muchas y no terminaríamos en este espacio, lo importante es ser conscientes que para el desarrollo integral de nuestros hijos, debemos asegurarnos que tengan un acceso continuo a las maneras diferentes y complementarias de cómo educamos los hombres y las mujeres.
Si él o ella no está disponible, te recomiendo buscar esa figura en alguien cercano (hermano, tío, abuelo), para favorecer la identidad del menor, que a fin de cuentas es quien tiene el derecho a gozar de unos padres.
Y tú, ¿qué opinas?
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Las verdaderas razones por las que un matrimonio se separa
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