Mujer Apuéstale a la familia
Mujer ¡apuéstale a la familia!, el libro más reciente de Lucía Legorreta, fue presentado en el Club de Industriales, de la CDMX, por Rosario Marín, extesorera de los Estados Unidos y conocida activista a favor de los derechos de la mujer, y por Esteban Arce, el popular conductor de televisión, quienes hablaron de la relevancia y oportunidad de esta obra para la mujer mexicana.
Coincidieron en la utilidad del libro, en un momento de gran complejidad para la mujer, que enfrenta desafíos que van desde situaciones de discriminación o violencia hasta la realización profesional. Es una guía de vida que contiene valiosas reflexiones, consejos y orientaciones para resolver los problemas y alcanzar la felicidad.
La autora explicó que la vida es una apuesta constante. Se quiera o no, todos los días tenemos que escoger entre diferentes opciones, algunas de ellas muy importantes; como la vida no trae un manual de instrucciones, muchas de esas decisiones se convierten en una apuesta. Podemos ganar o perder.
Lucía Legorreta, presidenta nacional del Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer (CEFIM), conferencista, conductora, columnista y colaboradora en diversos medios de comunicación, propone una fórmula para ganar en las grandes decisiones de la vida: apostarle a la familia.
Especialista en el desarrollo de la mujer, conoce profundamente sus problemáticas, entre ellas las familiares; analiza cómo es la familia actual en México, los cambios que experimenta en el modelo tradicional, sus diferentes estructuras y, por supuesto, el papel del hombre, la mujer y la importancia que como institución tiene la familia para la sociedad moderna.
Desde temas como decidir con quién te casas, la violencia en el noviazgo, el cerebro enamorado, el síndrome de perder el tren, la luna de miel, las etapas del matrimonio, las discusiones entre esposos, la educación de los hijos, los permisos, los celos, la suegra, el trabajo, los padres solteros, la falta de tiempo, el uso del dinero, el machismo, los adolescentes, la sexualidad, el divorcio, etc. hasta el nido vacío, la jubilación, los abuelos, el tiempo libre, el duelo, los nuevos retos o la trascendencia, son planteados con toda claridad, con la intención de ayudar a las mujeres a lograr una vida plena.
Para facilitar su comprensión y consulta, el libro se divide en las diferentes etapas de la vida de la mujer; se desarrolla en pequeños capítulos que responden a algunas de las preguntas claves en su vida y en cada uno de ellos se incluyen reflexiones, consejos, recordatorios, etc. lo que lo convierte en una guía práctica de vida.
Mujer ¡apuéstale a la vida!, de Lucía Legorreta, está publicado por LID Editorial Mexicana, misma casa editora de su anterior título: Ser mujer hoy, del que se han vendido más de 28.000 ejemplares.
Adquiérelo en librerías Gandhi y El sótano.
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La rueda de la vida
Me gusta mucho esta frase de Albert Einstein: “La vida es como andar en bicicleta: para mantener el equilibrio debes seguir avanzando.
Hagamos una similitud de nuestra vida con las dos ruedas de una bicicleta, las cuales deben de estar balanceadas y caminar al mismo tiempo.
Los seres humanos somos multifacéticos y, como tales, es difícil que desarrollemos por igual todas las áreas de nuestra vida, pero si debemos guardar un equilibrio entre ellas, sobretodo si las consideramos importantes.
Vamos a reflexionar sobre algunas posibles áreas que componen tu vida, para que vayas pensando en cual de ellas necesitas poner más atención:
– Trabajo, negocios, carrera profesional. Es muy valiosa y la más frecuentemente sobre-estimada. Sin embargo, ¿el éxito en esta área justifica tu desequilibrio en otras?
– Finanzas, dinero. Engloba el dinero y nuestro patrimonio, ¿planeas gastos y ahorros? ¿haces presupuestos y estableces prioridades?
– Salud, bienestar. Salud física y bienestar emocional, la estética ¿te haces revisiones periódicas? ¿cuidas tu arreglo personal?
– Amigos, vida social. Como estamos en nuestra vida social, ¿solos? ¿con amistades de poca calidad? ¿extrañas a algunas personas?
– Familia. Relación con hijos, padres, hermanos y demás familiares. ¿interactúas con respeto y cariño? ¿te mantienes en contacto?
– Romance, amor. La relación con nuestro esposo, novio o pareja. ¿Tu y tu pareja tienen identificado lo que desean lograr en común? ¿se comunican y apoyan mutuamente en el logro de los objetivos particulares de cada uno?
– Diversión, recreación, ocio. Renovarse, cargar energía y divertirse de forma equilibrada y sana. Pregúntate ¿sabes relajarte?
– Contribución, comunidad, medio ambiente. La contribución que hacemos para crear un mundo mejor, ¿estás ayudando a otros?
– Crecimiento, superación personal. Capacitación y estudio constante, ¿estás aprendiendo cosas nuevas o vives estancado?
– Espiritualidad. El trabajar por algo más grande que tu mismo. ¿mantienes una relación con tu religión y creencias espirituales?
Tal vez algunos de estos aspectos no aplican para ti, o bien, existan otros aspectos que en tu realidad diaria son importantes y no los he mencionado.
Lo importante es determinar cuales son las áreas que consideras importantes en tu vida y piensa del 1 al 10 que tan satisfecho estás actualmente.
Volviendo al ejemplo de la bicicleta, cada una de éstas áreas son los “rayos” que conforman cada una de las dos ruedas. Si alguno de ellos está débil, la llanta se ponchará y no podrán seguir adelante.
Las áreas están fuertemente interrelacionadas entre sí y reforzar un área facilita progresar en otras, del mismo modo descuidar cualquiera tiene un impacto negativo en las demás, de ahí la importancia de mantener un equilibrio entre todas.
Estar en buenas condiciones físicas y con salud nos da energía y autoestima, dos ingredientes que aumentan nuestra capacidad de trabajo y de socialización. El crecimiento personal disminuye las posibilidades de quedarnos estancados en nuestra carrera.
La vida social, familiar y el amor contribuyen y alimentan al resto de áreas, son calve porque contribuyen a nuestro crecimiento como personas, a mantener el equilibrio entre todas y a incrementar nuestro bienestar interior.
Con frecuencia vemos personas que se sienten exitosas cuando les va bien en el trabajo, a pesar de que su salud se está deteriorando, no tienen tiempo para ellos mismo, casi no ven a sus hijos, su matrimonio está al borde del divorcio o están solas, no tienen vida social; pero se justifican ante el éxito profesional.
Podemos continuar dando vueltas en la rueda de la vida sin hacer nada por remediar el desequilibrio. El punto es reconocer dónde estamos en cada uno de estos pilares para tomar medidas que nos puedan ayudar a crear una vida con mayor bienestar.
Te invito hoy a reflexionar que cosas son importantes para ti, a pensar como está cada una de ellas en este momento de tu vida y a realizar los cambios necesarios.
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Sí o no a los permisos
Prácticamente durante todo el año pero principalmente en vacaciones, las mamás solemos escuchar de nuestros hijos frases como: “¿Por qué a ellos sí y a mí no?”, “¡A todos mis amigos les dan permiso menos a mí!”, “¿Por qué son tan cuadrados?… ¡solo esta vez!”.
Hoy en día, vivimos en una época en la que se dice que somos los padres quienes obedecemos a nuestros hijos y no viceversa. Sin embargo, los hijos necesitan ser orientados, guiados y corregidos, y necesitan, ante todo, que nosotros sus padres ejerzamos nuestra autoridad con amor, sabiduría y firmeza, asegurando así, su bienestar y desarrollo integral.
Ante esto, ¿cómo ejercer esta autoridad sin vivir en un pleito continuo con ellos, sobre todo si son adolescentes? Y es que está comprobado que los temas de mayor discusión entre padres e hijos no son sobre los estudios, política o dinero, sino sobre los tan famosos y recurrentes permisos, que generan expresiones como las escritas antes.
En este sentido, los permisos no deben ser un medio de prohibición, sino uno para potenciar la libertad de los hijos. Deben estar orientados a desarrollar la autonomía, el autocontrol y la responsabilidad. De hecho la misma palabra “permiso”, hace referencia a “permitir”, es por ello, que lo que se necesita son principios que les ayuden a avanzar. Sin duda, no significan controlar, ni mucho menos soltar, pero sí guiar y formar.
Es por ello que no se trata de dar o no permisos por el hecho de ejercer la autoridad, sino para realmente ayudarlos a crecer y convertirse en adultos maduros. No olvidemos que en un futuro ellos tendrán que decidir por sí solos.
Es una pena observar a jóvenes que entran en la edad adulta, sin saber tomar decisiones por sí mismos ante la falta de herramientas: se dejan llevar por lo que los demás o las circunstancias dictan, o bien, esperan a que alguien más decida por ellos.
Debido a la importancia del tema, comparto con ustedes algunos criterios que pueden ayudarnos como papás para saber cómo y cuándo dar o negar un permiso:
– Capacidad: que la acción que se le permita al hijo (a) pueda ser realizada de manera libre y adecuada, y sea capaz de asumir las consecuencias. Ejemplo: manejar un coche y lo que implica (tener la edad, licencia, madurez).
– Seguridad y crecimiento personal: que no se ponga en riesgo su bienestar físico, intelectual, emocional, psicológico o moral de sí y el de los demás. Por ejemplo: cuando existe el riesgo de manejar bajo los efectos del alcohol.
– Respeto: que la acción no atente de manera directa o indirecta contra sí mismo o contra los demás. Ejemplo: insultos o malas palabras.
– Convivencia: que lo que se le permite no atente contra la armonía familiar, social, laboral, etc. Ejemplo: escuchar música a gran volumen a cualquier hora.
¿Cómo deben ser los permisos?
– Personalizados: de acuerdo a la edad de tu hijo, a su personalidad, circunstancias y a su capacidad de responder de manera autónoma. Si responde adecuadamente, los permisos se irán concediendo.
– Paulatinos y progresivos: ir poco a poco dándole permisos por los que pueda responder con mayor facilidad, ayudándole así a ejercitar su responsabilidad y su libertad.
– Pensando en su futuro: considerar las implicaciones que pueda tener después. Ejemplo: si le prestas el auto, tendrá más independencia.
– Realista: equilibrar la confianza en tu hijo (a) y en sus verdaderas capacidades de forma real. Aquí se sugiere conocer a los amigos y a las familias de nuestros hijos para entender mejor su realidad.
– Educativos: deben fomentar la autonomía, pero al mismo tiempo la responsabilidad y el autocontrol.
– Firmes y flexibles: firmes en normas que prohíben una acción mala en sí misma y flexibles en aquellas que no representan un daño. Ejemplo: si es una ocasión especial, puede quedarse a dormir en casa de los primos.
– Deliberados: deben ser fruto de la reflexión y del análisis de los padres. Ejemplo: no otorgar un permiso por celular, sino de manera personal. Aquí recuerdo el siguiente sabio consejo que algún día recibí: “elige tus batallas, no discutas por todo”.
– Frente en común: los padres deben preestablecer juntos las reglas que los hijos deben respetar.
– Claros: trasmitir a nuestros hijos claramente lo que se espera de ellos, y qué ocurriría si no lo cumplieran.
– Coherencia y consistencia: actuar conforme a lo que se exige. Cuando se niega un permiso hay que cumplirlo ya que la incoherencia devalúa la autoridad y afecta el desarrollo moral del hijo.
Nuestra labor como papás es la de asegurarnos de transmitir a nuestros hijos criterios claros sobre lo que está bien, dándoles razones e involucrándolos en el establecimiento de las normas. Debemos darles opciones y dejarlos que tomen decisiones para que puedan desarrollarse como hombres y mujeres libres y decididos.
“Saber dar permisos es forma concreta de amar a los hijos, porque lo que se busca es su bien objetivo. Requiere dedicación, esfuerzo y reflexión, pero vale la pena porque los hijos libres y responsables son más capaces de amar y por tanto ser más felices”.
Y tú, ¿qué opinas?
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El derecho de la Pensión alimenticia
¿Sabías que en la Ciudad de México nueve de cada 10 litigios de divorcio fueron de mujeres demandando pensión alimenticia? o ¿que la cuarta causa de divorcio judicial fue la negativa a cumplir – aún con sentencia establecida – con el sostenimiento del hogar por parte de alguno de los cónyuges? (INEGI, 2008)
¿Qué significa esto? Que en México, es muy común que los hombres y, algunas veces, las mujeres no cumplan con el pago de la pensión alimenticia, a pesar de la existencia de una orden o un convenio que los obligue.
En este sentido, es frecuente que cuando ocurre un divorcio, o una pareja se separa, la mujer, por lo general, se queda sola con los hijos y sin un apoyo económico, comprobando así una de las principales dificultades que una mujer suele tener ante una separación. Incluso un estudio efectuado por el Centro de Estudios Históricos e Interdisciplinarios sobre las mujeres refiere que entre los principales temores que padecen ellas antes de promover un divorcio son: la preocupación por los hijos con un 62%, seguido de la situación económica en un 43% (Eguiluz, 2004).
Y ¿qué es la pensión alimenticia? Este concepto no solo se refiere a la satisfacción de las necesidades nutricionales, sino también comprende el vestido, la habitación, la atención médica, y en caso de los menores, educación, de ahí su importancia y más allá, la necesidad de garantizar su cobertura.
Aún cuando la situación es compleja y es visible el problema de las mujeres para obtener la pensión alimenticia tras un divorcio (ya sea porque el varón no está dispuesto a seguir aportando al sostenimiento del hogar y a la manutención de los hijos, por simple rechazo, por tener un salario bajo, trabajo eventual, desempleo, o bien tener otra pareja e hijos que sostener), no deja de sorprender el tipo de medidas que nuestros legisladores proponen para “agilizar” el trámite. Me refiero al llamado “divorcio exprés”, en el que se disuelve el vínculo matrimonial en aproximadamente 40 días, dejando a las partes en posibilidad de contraer nuevas nupcias.
Sin embargo, lo que no se ha dicho es que esta ley no resuelve problemas de fondo como son la patria potestad, guarda y custodia de los menores, derecho de visita, pensión alimenticia y participación de bienes, procedimientos que tardan muchos meses o quizá años para llegar a un acuerdo. Es claro, la rapidez no implica solución.
Es cierto, también ha habido otros esfuerzos para garantizar la cobertura de este derecho, como el realizado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al pronunciarse por la posibilidad de que un menor presente una demanda de reconocimiento de paternidad y pensión alimentaria, aún cuando exista una resolución a favor del padre absolviéndolo de tales obligaciones.
Sin duda, este pronunciamiento es una medida por proteger el interés superior del menor en nuestro país pero aún falta por hacer.
Otra acción más que se está impulsando es la de garantizar el cumplimiento de la obligación alimentaria de acuerdo a los egresos del deudor, cuando no hay claridad en la forma de comprobación de sus ingresos. De esta manera no hay posibilidad de que el padre-deudor oculte o mienta sobre el monto de sus ingresos, caso desafortunadamente muy común hoy en día. Se sabe que en el Distrito Federal y en el estado de Tamaulipas se ha adoptado esta nueva forma de determinar las aportaciones; ojalá que sean más lugares donde se implemente para, así, proteger a los menores y al mayor número de personas con leyes adecuadas.
Y es que las fuentes de la pensión alimenticia provienen tanto del matrimonio como del parentesco en cuarto grado. Esto quiere decir que la relación no solo es de padres a hijos, sino también de la responsabilidad de los hijos para con sus padres, así como entre parientes cercanos, ya sean tíos, sobrinos o abuelos.
¿Porqué en cuestión de herencia sí podemos y nos interesa recibir bienes de nuestros padres, tíos o abuelos, pero cuando se trata de protegerlos, entonces nos lavamos las manos?
Ahora bien, esta responsabilidad se basa en un principio de “proporcionalidad”, es decir, según las posibilidades del deudor es lo que debe recibir el acreedor, ni más ni menos: si el padre puede darle mucho o poco a su esposa o hijos, este recurso debe ser de acuerdo a sus posibilidades reales, sin llegar evidentemente al abuso de parte de quien recibe.
Finalmente, el garantizar la protección de quien lo requiere, por aquel que tiene la posibilidad de dárselo – más cuando se trata de la propia familia- , no solo es una responsabilidad moral, es una responsabilidad de carácter jurídico.
Y tú, ¿qué opinas?
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