Consecuencias cuando un matrimonio se rompe
Solemos pensar que la solución es el divorcio o la separación cuando un matrimonio ya no quiere seguir unido, creemos que los problemas se van a solucionar y que reinará la paz.
En la mayoría de los casos esto no sucede, ya que de inmediato vienen las consecuencias tanto en el hombre como en la mujer:
– FISICAS:
o Soledad: ambos quedan “solos” cuando han estado acostumbrados a compartir con el otro un espacio, su tiempo, sus bienes, sus conversaciones, buenos y malos momentos.
o Enfermedades: pueden aparecer ciertos padecimientos; recordemos que cuando la mente no está tranquila, el cuerpo somatiza y puede el hombre o la mujer empezar con dolores de cabeza, estómago, u otra enfermedad.
o Labores domésticas: lo que antes hacían los dos, ahora lo tiene que hacer cada uno solo en su nueva casa.
– ECONOMICAS:
o Distribución de bienes: la negociación de quien se quedará con que. La mayoría de las veces no resulta fácil ya que alguno o ambos están dolidos y susceptibles.
o Mantenimiento de dos lugares para vivir: después de la separación se tienen que cubrir los gastos de dos lugares, cuando antes era solo uno. Esto aumenta la presión para ambos.
o Volver a trabajar: la mujer es quien en muchos casos tiene que salir a trabajar para recibir una compensación económica, cuando hace muchos años que no lo hacía.
o Pensiones mensuales: se tiene que establecer una cantidad para la pensión mensual, sobretodo cuando los hijos son menores.
– PSICOLÓGICAS:
o Recuperar la autoestima: con la ruptura, la seguridad en uno mismo suele disminuir, y hay que recuperar este sentimiento de seguridad.
o Asumir nuestra responsabilidad: en una relación de dos, la culpa no es de uno solo sino de ambos. Cada uno debe asumir su responsabilidad y reconocer sus errores y fallas.
o Aceptar la pérdida: el divorcio o la separación es un duelo, una pérdida que se debe aceptar y aprender a vivir con ella.
o Celos: surgen celos hacia otras personas que se relacionan con la ex pareja.
– SOCIALES:
o Alejamiento de grupos sociales: la convivencia con amigos y familiares ya no es la misma. Cada uno empieza a verlos por separado, o bien, a dejar de verlos.
o La crítica: surge el famoso “que dirán”, los demás, ahora ya soy una “mujer o un hombre divorciado” y esto puede afectar mucho a la persona.
o Soledad: nuevamente este sentimiento de estar solo o sola de ahora en adelante.
– PARA LOS HIJOS:
o Menos tiempo con ellos: es lógico que después de una ruptura del matrimonio, el papá y la mamá pasen menos tiempo con sus hijos que el que pasaban antes. Se empiezan a turnar para verlos.
o Rendimiento escolar: se ha visto que un niño o un joven puede bajar su rendimiento en la escuela cuando sus padres se separan.
o Enfermedades físicas: hemos mencionado que el cuerpo somatiza los sentimientos y los hijos de padres que se separan pueden empezar a enfermarse.
o Culpa: en algunos casos aparecen sentimientos de culpabilidad en los hijos, que piensan que la ruptura de sus padres se debe a algo que hicieron o dejaron de hacer.
o Decepción: saber que sus papás ya no están juntos puede ocasionar sentimientos fuertes de decepción.
o Manipulación: los padres utilizan a sus hijos para enviar mensajes, obtener información del otro y bien para atraer su cariño y atención. O bien, los hijos pueden aprovecharse de este momento para manipular ellos a sus padres y obtener beneficios tanto materiales como humanos.
o Se puede presentar la situación de que los papás separados utilicen a sus hijos como forma de conflicto.
Si está en crisis tu matrimonio y estás pensando en separarte o divorciarte, reflexiona mucho antes de hacerlo, es una decisión muy importante que puede terminar con una mala relación, pero que también da lugar a varias consecuencias como las que hemos platicado el día de hoy.
Antes de tomar esta decisión: “piénsalo dos veces”
¿Cuál es tu opinión?
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¿Y mi papá?
Al estudiar y observar a las familias de hoy, es evidente que la dinámica familiar ya es otra: el esquema en que la mujer se encargaba del hogar y de la educación de los hijos, en tanto el hombre figuraba como era el proveedor económico de la familia ya no es común.
Dado que las mujeres hemos cambiado significativamente nuestros roles y actividades, el hombre ¿hasta dónde ha asumido su propia misión en la familia?, ¿hasta dónde se involucra en la educación de sus hijos y no solo en su manutención?
Y es que los hijos necesitan, desde que nacen, el apoyo y apego de su padre, y la ausencia en la vida familiar de éste no es para nada justificable ante un exceso de trabajo. De hecho, éste es un punto de gran importancia y que muchos padres, en la actualidad, ni siquiera se han planteado. Diversos estudios han demostrado que la ausencia física del padre puede hacer mucho más daño psicológico al hijo que la ausencia natural producida cuando el padre muere, es decir, al niño le puede afectar más saber que su papá vive y que no le hace caso, a saber que murió y no cuenta con él.
Algunas de las consecuencias identificadas por los expertos, si el padre no está presente pueden ser: disfunciones cognitivas, déficits intelectuales, privación afectiva, inseguridad, baja autoestima y mal desarrollo de la identidad sexual.
Reconozcamos que muchas veces los papás estamos inmersos en el trabajo con la fija idea de generar bienes materiales, pero nos olvidamos de algo trascendental que es convivir con los hijos. Y en especial, suele ser el hombre quien se pierde de ese gran valor y satisfacción que brinda el ser un auténtico padre de familia.
Con gran impacto, recuerdo las palabras de un exitoso empresario: “He tenido mucho éxito en mi vida profesional, pero me arrepiento de no haber visto y gozado a mis hijos cuando éstos crecían. Ahora ya es demasiado tarde”
Cambiemos ahora las palabras de hombre y mujer, por las de papá y mamá. Tanto el padre como la madre de familia pueden dirigir su trabajo a robustecer su Yo; a tener popularidad, dinero, a amar a su profesión por encima de todas las cosas, o bien, a amar el bien de su familia.
En este sentido, considero que el trabajo debe estar por debajo del valor de la familia y no situarse al mismo nivel, ya que el motor del trabajo es la familia, pero el motor de la familia es mucho más amplio, es el amor. Vemos con tristeza cuántos hombres y mujeres ponen por delante el trabajo en su vida y acaban con el núcleo familiar.
La igualdad de oportunidades que estamos viviendo papás y mamás, exige la igualdad de responsabilidades, que habrá que llamar corresponsabilidad. Partiendo de que en el hogar hay dos cabezas que pueden alternarse, suplirse, complementarse, delegarse, o actuar simultáneamente según convenga a la familia.
Comparto contigo el siguiente relato que nos lleva a reflexionar sobre lo que hemos hablado:
Papá ¡yo quiero ser como tú!
Mi hijo nació hace pocos días, llegó a este mundo de una manera normal… pero yo estaba de viaje y no pude estar con mi esposa… ¡Tenía tantos compromisos!
Mi hijo aprendió a caminar cuando menos lo esperaba, y comenzó a hablar cuando yo no estaba… ¡Cómo crece mi hijo! ¡cómo pasa el tiempo!
A medida que crecía, mi hijo me decía:
―Papá ¿cuándo regresas a casa? ¡algún día seré como tú!
―No lo sé hijo, pero cuando regrese, jugaremos juntos, ya lo verás.
Mi hijo cumplió 10 años hace pocos días y me dijo:
―¡Gracias por el Nintendo papá! ¿quieres jugar conmigo?
―Hoy no hijo, tengo mucho qué hacer.
―Está bien papá, otro día será.
Se fue sonriendo, siempre en sus labios las palabras:
―Yo quiero ser como mi papá.
Mi hijo cumplió quince años hace poco y me dijo:
―¡Gracias por la moto papá! ¿quieres pasear conmigo?
―Hoy no hijo, tengo mucho qué hacer.
―Está bien papá, otro día será.
El otro día, mi hijo regresó de la Universidad hecho todo un hombre.
―Hijo, estoy orgulloso de ti, siéntate y hablemos un poco.
―Hoy no puedo papá, tengo muchas cosas que hacer. Por favor, préstame el carro, tengo que hacer un trabajo en equipo.
Ahora ya estoy jubilado, y mi hijo vive en otra ciudad. Hoy lo llamé:
―Hola hijo, ¿cómo estás? ¡Me gustaría tanto verte!, le dije.
―Me encantaría papá pero no creo que vaya a tener tiempo.
Tú sabes… mi trabajo, los niños… ¡Pero gracias por llamar, fue increíble tener noticias tuyas!
Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo finalmente había llegado a ser como yo.
Recuerda, papá y mamá solo hay uno, tus hijos te necesitan!
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El derecho de la Pensión alimenticia
¿Sabías que en la Ciudad de México nueve de cada 10 litigios de divorcio fueron de mujeres demandando pensión alimenticia? o ¿que la cuarta causa de divorcio judicial fue la negativa a cumplir – aún con sentencia establecida – con el sostenimiento del hogar por parte de alguno de los cónyuges? (INEGI, 2008)
¿Qué significa esto? Que en México, es muy común que los hombres y, algunas veces, las mujeres no cumplan con el pago de la pensión alimenticia, a pesar de la existencia de una orden o un convenio que los obligue.
En este sentido, es frecuente que cuando ocurre un divorcio, o una pareja se separa, la mujer, por lo general, se queda sola con los hijos y sin un apoyo económico, comprobando así una de las principales dificultades que una mujer suele tener ante una separación. Incluso un estudio efectuado por el Centro de Estudios Históricos e Interdisciplinarios sobre las mujeres refiere que entre los principales temores que padecen ellas antes de promover un divorcio son: la preocupación por los hijos con un 62%, seguido de la situación económica en un 43% (Eguiluz, 2004).
Y ¿qué es la pensión alimenticia? Este concepto no solo se refiere a la satisfacción de las necesidades nutricionales, sino también comprende el vestido, la habitación, la atención médica, y en caso de los menores, educación, de ahí su importancia y más allá, la necesidad de garantizar su cobertura.
Aún cuando la situación es compleja y es visible el problema de las mujeres para obtener la pensión alimenticia tras un divorcio (ya sea porque el varón no está dispuesto a seguir aportando al sostenimiento del hogar y a la manutención de los hijos, por simple rechazo, por tener un salario bajo, trabajo eventual, desempleo, o bien tener otra pareja e hijos que sostener), no deja de sorprender el tipo de medidas que nuestros legisladores proponen para “agilizar” el trámite. Me refiero al llamado “divorcio exprés”, en el que se disuelve el vínculo matrimonial en aproximadamente 40 días, dejando a las partes en posibilidad de contraer nuevas nupcias.
Sin embargo, lo que no se ha dicho es que esta ley no resuelve problemas de fondo como son la patria potestad, guarda y custodia de los menores, derecho de visita, pensión alimenticia y participación de bienes, procedimientos que tardan muchos meses o quizá años para llegar a un acuerdo. Es claro, la rapidez no implica solución.
Es cierto, también ha habido otros esfuerzos para garantizar la cobertura de este derecho, como el realizado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al pronunciarse por la posibilidad de que un menor presente una demanda de reconocimiento de paternidad y pensión alimentaria, aún cuando exista una resolución a favor del padre absolviéndolo de tales obligaciones.
Sin duda, este pronunciamiento es una medida por proteger el interés superior del menor en nuestro país pero aún falta por hacer.
Otra acción más que se está impulsando es la de garantizar el cumplimiento de la obligación alimentaria de acuerdo a los egresos del deudor, cuando no hay claridad en la forma de comprobación de sus ingresos. De esta manera no hay posibilidad de que el padre-deudor oculte o mienta sobre el monto de sus ingresos, caso desafortunadamente muy común hoy en día. Se sabe que en el Distrito Federal y en el estado de Tamaulipas se ha adoptado esta nueva forma de determinar las aportaciones; ojalá que sean más lugares donde se implemente para, así, proteger a los menores y al mayor número de personas con leyes adecuadas.
Y es que las fuentes de la pensión alimenticia provienen tanto del matrimonio como del parentesco en cuarto grado. Esto quiere decir que la relación no solo es de padres a hijos, sino también de la responsabilidad de los hijos para con sus padres, así como entre parientes cercanos, ya sean tíos, sobrinos o abuelos.
¿Porqué en cuestión de herencia sí podemos y nos interesa recibir bienes de nuestros padres, tíos o abuelos, pero cuando se trata de protegerlos, entonces nos lavamos las manos?
Ahora bien, esta responsabilidad se basa en un principio de “proporcionalidad”, es decir, según las posibilidades del deudor es lo que debe recibir el acreedor, ni más ni menos: si el padre puede darle mucho o poco a su esposa o hijos, este recurso debe ser de acuerdo a sus posibilidades reales, sin llegar evidentemente al abuso de parte de quien recibe.
Finalmente, el garantizar la protección de quien lo requiere, por aquel que tiene la posibilidad de dárselo – más cuando se trata de la propia familia- , no solo es una responsabilidad moral, es una responsabilidad de carácter jurídico.
Y tú, ¿qué opinas?
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