¿Porqué nos cuesta trabajo perdonar?
Te perdono, pero constantemente te recuerdo lo que pasó; te perdono, pero no lo olvido; te perdono, pero algún día sentirás lo mismo que yo. ¿Lo has vivido? Puede que sí, por lo que sabes lo difícil que es perdonar; sobre todo cuando estamos llenas de resentimiento y recuerdos negativos.
En una ocasión, al término de una conferencia, se acercó una mujer y me dijo:
―Mi suegra nunca me agradeció que la cuidara durante sus últimos años. Ya murió pero estoy muy lastimada y no se lo perdono.
―¿Y hace cuánto que murió? ―pregunté.
―Hace quince años…
Este «volver a sentir», es decir, conservar el resentimiento, lleva revivir una y otra vez aquel daño que alguien voluntaria o involuntariamente nos infringió y que, a pesar del tiempo –precisamente por «resentirlo»–, sigue afectando nuestra vida poco o mucho. Desafortunadamente uno de los mayores obstáculos con que nos enfrentamos para ser felices y hacer felices a los demás es justamente no saber perdonar.
Vivir con resentimiento es como tener veneno por dentro; como cargar un inmenso costal a nuestras espaldas. Y como la mayoría no somos capaces de dar salida a la reacción emocional, esta ira reprimida causa severos males: ansiedad, cansancio, angustia, mal humor, incluso hasta enfermedades, ya que de una u otra forma somatizamos los sentimientos que no hemos procesado.
Pero lo más duro, lo más grave, es que proyectamos los efectos hacia otras personas, que por lo general son nuestros seres queridos: nos enojamos y les gritamos a nuestros hijos, esposo o amigos. Afectamos a aquellos que no tienen «vela en el entierro». Luego, el asunto se torna más profundo: estamos siempre de mal humor, nos quejamos de cualquier cosa, nos volvemos sarcásticas e hirientes, criticamos y todo nos parece mal.
Estos sentimientos que nos afligen y que no soltamos, semejan la siembra de una semilla que bajo la tierra crecerá y dará frutos. Así, estos sentimientos enterrados también darán frutos, pero serán de puro rencor y amargura.
Digamos que llenas una mochila de piedras y la llevas siempre a tu espalda. Cargarla todo el día es pesado, ¿no? Así es esto: dejar guardado aquel sentimiento sin procesarlo, sin aceptarlo, se queda en ti; y al experimentarlo una y otra vez, piensas que todo lo que te rodea es agresión.
¿Qué hacer entonces para evitar el resentimiento? Para empezar, es muy importante reconocer el sentimiento; es decir, identificar y verbalizar lo que sentiste ante la ofensa: entender qué fue lo que te molestó para poder expresarlo, ya sea en forma hablada o por escrito.
Luego habrá que analizar si la ofensa es realmente objetiva, o es algo subjetivo y que tú misma has creado. Lo principal es nunca quedarse con sentimientos negativos.
Un punto que se debe considerar es que el valor que le damos a la ofensa depende mucho más de nuestra respuesta personal que de su gravedad. En este sentido hay que utilizar la inteligencia para encontrar los motivos o razones del agresor, más que el dejarnos llevar por nuestras emociones.
Por ejemplo, una situación por la que han pasado muchas mujeres, y que se considera de las más difíciles de perdonar, es la infidelidad. En el momento en que te das cuenta de que tu esposo o novio te ha sido infiel te sientes enojada, ofendida, dolida, agredida. Si continúas te sentirás descalificada, insegura, tal vez devaluada. El proceso es muy duro de reconocer, pero llegar a lo más íntimo de tus sentimientos hará que le des el justo valor a la ofensa, y que el perdón sea posible.
Perdonar para vivir
Por otro lado, ¿qué es el perdón? Es aprender a vivir el presen- te con amor, sin rencores ni resentimientos. Se trata de una decisión personal para ver más allá de la ofensa y ser capaz de comprender y ser compasivo con el otro. Por supuesto, lleva su tiempo y es un proceso que se va dando poco a poco. Pero ante todo, es una actitud personal donde se elige mirar al otro sin juzgarlo, algo que se convierte en una forma de vida.
Perdonar nos convertirá de víctimas a mujeres capaces de relacionarnos de manera clara, compasiva y comprensiva. Por eso encontramos personas felices que viven en paz con los demás y otras que van por la vida llenas de rencores y resentimientos hacia quienes la rodean.
Perdón a uno mismo
No puedo dejar de insistir en otro punto fundamental: la relevancia de que, en primer lugar, sepamos perdonarnos a nosotras mismas; que aceptemos nuestros errores y defectos, logremos alejarnos de las culpas y reconozcamos que como seres humanos nos equivocamos mucho más seguido de lo que nos gustaría o de lo que llegamos a identificar.
Haz un alto en tu vida y piensa por qué debes perdonarte y a qué persona o personas no has logrado perdonar. Libérate de ese enorme costal, de ese veneno que te impide vivir en paz y en armonía. Recuerda, no necesitas del otro para perdonar. Para perdonar basta contigo mismo.
¿Cuál es tu opinión?
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¿eres o te crees? Mujer auténtica
¿La manera como trato a los demás, ¿es realmente mi forma de ser o me la paso aparentando ser más rica, más pobre, más inteligente, más simpática de lo que realmente soy?
¿Mi relación con mi esposo o novio es sincera y abierta o aparentamos que nos llevamos bien frente a los otros?
La forma en que educo a mis hijos ¿es la que me convence o es la forma en que los demás papás lo hacen?
Podría seguir enumerando preguntas sobre la forma de actuar, hablar y pensar, y con tristeza concluiríamos que la mayoría de nuestros actos no van de acuerdo con nuestros principios.
Una persona auténtica reconoce y acepta su propia realidad. Ambos aspectos son importantísimos, ya que quien reconoce su realidad pero no la acepta, vive quejándose o bien la disfraza.
Tu realidad abarca quien eres, con tus cualidades y defectos, tu familia y tu entorno: ¿te aceptas y aceptas a tu familia tal como es, o vives pensando que ojalá fuera diferente? ¿Aceptas el nivel económico que tienes, o te la pasas día a día exigiendo a tus padres o esposo que te den más cosas, dinero, ropa? ¿Aceptas realmente el ambiente social y cultural en el que te mueves, o vives fingiendo que eres diferente?
Reconocer tu realidad es también aceptar lo que eres, lo que tienes y no vivir aparentando lo que no eres y lo que no tienes.
Tenemos miedo de que nos conozcan tal y como somos y cometemos un gravísimo error. Qué triste es que, a pesar de ser cada quien única en el mundo, luchemos incansablemente por ser iguales a las demás. Debemos valorarnos y sentirnos orgullosas de nosotras mismas.
VIVIR LA AUTENTICIDAD.
Me gustaría compartir contigo tres aspectos que nos pueden ayudar:
– Ser auténtica de pensamiento significa estar convencida de lo que realizas Se trata de ser congruente entre lo que se dice y lo que se piensa. Si estás con amigas que no respetan a sus maridos, dices no respetar al tuyo; si estás con mujeres que critican a los demás, tu también criticas; si estás en tu oficina y se quejan del jefe, también lo haces. ¿Es esto estar convencida de lo que piensas?
– Ser auténtica de voluntad quiere decir que lo que hagas en tu vida debe estar orientado hacia un fin. Que no se te pase el tiempo sin saber a dónde quieres llegar. ¿Quieres ser una gran mamá? Pues prepárate y dedícale tiempo a tus hijos, aunque te digan que está pasado de moda: ¿quieres ser una gran profesionista? Pues afánate y que note importe lo que digan los demás. Las personas que te quieren te aceptarán como eres y con lo que haces. La voluntad no auténtica conduce a la hipocresía, en la que según con quién estés utilizarás tal cual máscara. Muchas veces al ser auténtica serás rechazada, pero es más importante y enriquecedor vivir de acuerdo a tus ideas.
– Ser auténtica de sentimientos significa que estos sean compatibles con tu vida. Vivimos en un mundo que actúa emocionalmente: si me late, si lo siento, si se me antoja, lo hago; si no, no. Gran parte de nuestras decisiones están basadas en sentimientos y no en nuestro convencimiento. No debemos dejar que estos nos arrastren.
En resumen, ¿quién es una mujer auténtica? La que actúa, piensa , habla y se expresa de acuerdo con su ser, de acuerdo con lo que es en realidad. Una mujer es auténtica cuando su pensamiento, su voluntad y sus sentimientos también lo son.
Te invito a luchar por ser una mujer coherente. Defiende tus ideales. Si estás convencida de algo, que nadie te haga dar un paso atrás. Los que cambian el mundo no son las personas que funcionan como veletas (que cambian con el viento), ni los hipócritas, ni los que se dejan llevar por sus sentimientos, sino los hombres y las mujeres auténticos.
Al mostrarnos tal y como somos, al no querer apantallar a los demás y aparentar lo que no existe, viviremos mucho más tranquilas y en paz con nosotras mismas. Seremos, en definitiva, mucho más felices.
Y tú, ¿qué opinas?
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