La familia y las adicciones
“MI HIJA NO”. Recuerdo tan bien el título de esta película en la cual los padres de una adolescente fueron los últimos en enterarse y aceptar la adicción de su hija a las drogas y al alcohol.
El campo de las adicciones es muy amplio, podríamos pensar que solo el alcoholismo y la drogadicción afectan al ser humano, sin embargo tomando la clasificación mencionada en el libro “Libre de adicciones” podemos hablar de las adicciones “ingestivas o de sustancias” tales como el tabaco, la cafeína, los desórdenes alimenticios de la bulimia, anorexia y comedores compulsivos, el chocolate, el azúcar, los fármacos y los ya mencionados alcohol y drogas. Y el segundo tipo de adicción denominado adicciones de “proceso” en donde se enmarcan las del comportamiento: adicción al robo, compras, trabajo, perfeccionismo, a la mentira, al sexo, ejercicio, televisión, internet, al juego, crimen, a acumular dinero, el activismo, la religiosidad o la pornografía; las mentales tales como pensamientos obsesivos, negativos, de preocupación o exageración o bien las adicciones que tienen que ver con relaciones de codependencia.
La adicción es un estado de compulsión, obsesión y preocupación que esclaviza la voluntad y el deseo de la persona. Es cualquier proceso ante el cual somos impotentes ya que nos controla, nos obliga a decir, hacer y pensar cosas que no van de acuerdo con nuestros valores personales y nos conduce progresivamente a ser más compulsivos y obsesivos hacia el objeto de la adicción. Es considerada como una enfermedad. En muchas ocasiones, la adicción es utilizada por la persona para evitar o eliminar cualquier realidad que le resulta intolerable o dolorosa.
Cuando alguno de estos comportamiento toca la vida de un familiar o de un ser querido, la reacción inicial puede ser: “!mi hijo NO, mi marido NO, mi hermano NO!”, y ahora ¿qué hacemos?
La mejor defensa de la familia contra el impacto emocional de la adicción de uno de sus miembros consiste en aceptar la enfermedad, adquirir conocimientos sobre ella y hacerse de la madurez y el valor necesarios para enfrentarla. Mientras más se escondan o disimulen las emociones, más difícil será lograr un proceso de rehabilitación eficaz.
Las familias cercanas del adicto necesitan ayuda. Quienes resultan más afectados son: el cónyuge, los hijos, los padres y los hermanos. Esto puede parecerte absurdo: ¿cómo es posible que los familiares necesiten ayuda si el adicto es el que está mal? Es importante entender y aceptar que toda la complicación psicológica de las adicciones se contagia de alguna manera y daña a las personas cercanas. Se cometen muchos errores que a menudo dificultan la recuperación del dependiente, aun cuando no sea ésta la intención.
Es asombroso observar como el adicto puede llegar a controlar a su familia, principalmente al cónyuge y a la madre, quien por un lado lloran, gritan, se quejan, alegan, ruegan, amenazan o dejan de hablarle; pero también disimulan, lo protegen y lo defienden de todas las consecuencias de su adicción.
La mejor manera de ayudar a un familiar que padece una adicción es terminar con la ignorancia, situarse en la realidad y poner en práctica lo que se aprendió. El problema de los adictos radica en su persona; su rehabilitación sólo puede lograrse con la abstinencia total. Por eso, es al adicto a quien le corresponde decidirse, por su propia voluntad, a tomar medidas eficaces. El papel de la familia es acompañarlo y apoyarlo lo más posible.
Ahora bien, hay mucho que hacer para poder prevenir que nuestros hijos caigan en una adicción. Comparto contigo algunas acciones que como padres podemos hacer para contrarrestar las influencias negativas que reciben nuestros jóvenes:
[ulist style=”2″] Formar hábitos positivosFormar una personalidad fuerte: está comprobado que gran parte de los adictos poseen un carácter débil, poca fuerza de voluntad, porque así fueron educados.
Evitar tanto la sobreprotección como la negligencia.
Darse cuenta del daño que genera a largo plazo satisfacer todos sus deseos.
Tener una buena comunicación, platicar sobre sus actividades y problemas.
No delegar en la sociedad o en la escuela la responsabilidad de su educación.
Compartir con ellos el tiempo libre.
Respetar a nuestros hijos, tomando en cuenta sus actitudes y comentarios.
Estimularlos a que tomen sus propias decisiones y asuman responsabilidades.
Dar buen ejemplo.
Proporcionar a nuestros hijos amor y seguridad, el cariño no se opone a la disciplina.
[/ulist]
Como dice el dicho popular “es mejor prevenir que lamentar”; es mejor atacar el problema a tiempo, que decir “mi hija NO”.
Y tú, ¿qué opinas?
- Published in Artículos
Desaparecidos y consecuencias del combate a la delincuencia organizada
- Published in Radio