Prácticamente durante todo el año pero principalmente en vacaciones, las mamás solemos escuchar de nuestros hijos frases como: “¿Por qué a ellos sí y a mí no?”, “¡A todos mis amigos les dan permiso menos a mí!”, “¿Por qué son tan cuadrados?… ¡solo esta vez!”.
Hoy en día, vivimos en una época en la que se dice que somos los padres quienes obedecemos a nuestros hijos y no viceversa. Sin embargo, los hijos necesitan ser orientados, guiados y corregidos, y necesitan, ante todo, que nosotros sus padres ejerzamos nuestra autoridad con amor, sabiduría y firmeza, asegurando así, su bienestar y desarrollo integral.
Ante esto, ¿cómo ejercer esta autoridad sin vivir en un pleito continuo con ellos, sobre todo si son adolescentes? Y es que está comprobado que los temas de mayor discusión entre padres e hijos no son sobre los estudios, política o dinero, sino sobre los tan famosos y recurrentes permisos, que generan expresiones como las escritas antes.
En este sentido, los permisos no deben ser un medio de prohibición, sino uno para potenciar la libertad de los hijos. Deben estar orientados a desarrollar la autonomía, el autocontrol y la responsabilidad. De hecho la misma palabra “permiso”, hace referencia a “permitir”, es por ello, que lo que se necesita son principios que les ayuden a avanzar. Sin duda, no significan controlar, ni mucho menos soltar, pero sí guiar y formar.
Es por ello que no se trata de dar o no permisos por el hecho de ejercer la autoridad, sino para realmente ayudarlos a crecer y convertirse en adultos maduros. No olvidemos que en un futuro ellos tendrán que decidir por sí solos.
Es una pena observar a jóvenes que entran en la edad adulta, sin saber tomar decisiones por sí mismos ante la falta de herramientas: se dejan llevar por lo que los demás o las circunstancias dictan, o bien, esperan a que alguien más decida por ellos.
Debido a la importancia del tema, comparto con ustedes algunos criterios que pueden ayudarnos como papás para saber cómo y cuándo dar o negar un permiso:
– Capacidad: que la acción que se le permita al hijo (a) pueda ser realizada de manera libre y adecuada, y sea capaz de asumir las consecuencias. Ejemplo: manejar un coche y lo que implica (tener la edad, licencia, madurez).
– Seguridad y crecimiento personal: que no se ponga en riesgo su bienestar físico, intelectual, emocional, psicológico o moral de sí y el de los demás. Por ejemplo: cuando existe el riesgo de manejar bajo los efectos del alcohol.
– Respeto: que la acción no atente de manera directa o indirecta contra sí mismo o contra los demás. Ejemplo: insultos o malas palabras.
– Convivencia: que lo que se le permite no atente contra la armonía familiar, social, laboral, etc. Ejemplo: escuchar música a gran volumen a cualquier hora.
¿Cómo deben ser los permisos?
– Personalizados: de acuerdo a la edad de tu hijo, a su personalidad, circunstancias y a su capacidad de responder de manera autónoma. Si responde adecuadamente, los permisos se irán concediendo.
– Paulatinos y progresivos: ir poco a poco dándole permisos por los que pueda responder con mayor facilidad, ayudándole así a ejercitar su responsabilidad y su libertad.
– Pensando en su futuro: considerar las implicaciones que pueda tener después. Ejemplo: si le prestas el auto, tendrá más independencia.
– Realista: equilibrar la confianza en tu hijo (a) y en sus verdaderas capacidades de forma real. Aquí se sugiere conocer a los amigos y a las familias de nuestros hijos para entender mejor su realidad.
– Educativos: deben fomentar la autonomía, pero al mismo tiempo la responsabilidad y el autocontrol.
– Firmes y flexibles: firmes en normas que prohíben una acción mala en sí misma y flexibles en aquellas que no representan un daño. Ejemplo: si es una ocasión especial, puede quedarse a dormir en casa de los primos.
– Deliberados: deben ser fruto de la reflexión y del análisis de los padres. Ejemplo: no otorgar un permiso por celular, sino de manera personal. Aquí recuerdo el siguiente sabio consejo que algún día recibí: “elige tus batallas, no discutas por todo”.
– Frente en común: los padres deben preestablecer juntos las reglas que los hijos deben respetar.
– Claros: trasmitir a nuestros hijos claramente lo que se espera de ellos, y qué ocurriría si no lo cumplieran.
– Coherencia y consistencia: actuar conforme a lo que se exige. Cuando se niega un permiso hay que cumplirlo ya que la incoherencia devalúa la autoridad y afecta el desarrollo moral del hijo.
Nuestra labor como papás es la de asegurarnos de transmitir a nuestros hijos criterios claros sobre lo que está bien, dándoles razones e involucrándolos en el establecimiento de las normas. Debemos darles opciones y dejarlos que tomen decisiones para que puedan desarrollarse como hombres y mujeres libres y decididos.
“Saber dar permisos es forma concreta de amar a los hijos, porque lo que se busca es su bien objetivo. Requiere dedicación, esfuerzo y reflexión, pero vale la pena porque los hijos libres y responsables son más capaces de amar y por tanto ser más felices”.
Y tú, ¿qué opinas?